Eduardo Mendoza "Sin noticias de Gurb" (fragmento)
DÍA 9
0.01 (hora local) Aterrizaje efectuado sin
dificultad. Lugar de aterrizaje: 63Ω (IIβ) 28476394783639473937492749. Denominación local
del lugar de aterrizaje: Sardanyola.
07.00 Cumpliendo órdenes (mías) Gurb
se prepara para tomar contacto con las formas de vida (reales y potenciales) de
la zona. Como viajamos bajo forma acorpórea (inteligencia pura-factor
analítico 4800), dispongo que adopte cuerpo análogo al de los
habitantes de la zona. Objetivo: no llamar la atención de la fauna
autóctona (real y potencial). Consultado el Catálogo Astral
Terrestre Indicativo de Formas Asimilables (CATIFA) elijo para Gurb la
apariencia del ser humano denominado Marta Sánchez.
07.15 Gurb abandona la nave por la escotilla 4.
Tiempo despejado con ligeros vientos de componente sur; temperatura, 15 grados
centígrados; humedad relativa, 56 por ciento; estado de la mar, llana.
07.21 Primer contacto con habitante de la zona.
Datos recibidos por Gurb: Tamaño del ente individualizado, 170
centímetros; perímetro craneal 57 centímetros;
número de ojos, dos; longitud del rabo, 0.00 centímetros (carece
de él). El ente se comunica mediante un lenguaje de gran simplicidad
estructural, pero de muy compleja sonorización, pues debe articularse
mediante el uso de órganos internos. Conceptualización
escasísima. Denominación del ente, Lluc Puig i Roig (probable
recepción defectuosa o incompleta). Fundación biológica
del ente: profesor encargado de cátedra (dedicación exclusiva) en
la Universidad Autónoma de Bellaterra. Nivel de mansedumbre, bajo.
Dispone de medio de transporte de gran simplicidad estructural, pero de muy
complicado manejo denominado Ford Fiesta.
07.23 Gurb es invitado por el ente a subir a su
medio de transporte. Pide instrucciones. Le ordeno que acepte el ofrecimiento.
Objetivo fundamental: no llamar la atención de la fauna autóctona
(real y potencial).
07.23 Sin noticias de Gurb.
08.00 Sin noticias de Gurb.
09.00 Sin noticias de Gurb.
12.30 Sin noticias de Gurb.
20.30 Sin noticias de Gurb.
DÍA 10
07.00 Decido salir en busca de Gurb.
Antes de salir oculto la nave para evitar
reconocimiento e inspección de la misma por parte de la fauna
autóctona. Consultado el Catálogo Astral, decido transformar la
nave en cuerpo terrestre denominado vivienda unifamiliar adosada, calef. 3
dorm. 2 bñs. Terraza. Piscina comunit. 2 plzs. Pkng. Máximas
facilidades.
07.30 Decido adoptar la apariencia de ente humano
individualizado. Consultado Catálogo, elijo el conde-duque de Olivares.
07.45 En lugar de abandonar la nave por la
escotilla (ahora transformada en puerta de cuarterones de gran simplicidad
estructural, pero de muy difícil manejo), opto por naturalizarme
allí donde la concentración de entes individualizados es
más densa, con objeto de no llamar la atención.
08.00 Me naturalizo en lugar denominado
Diagonal-Paseo de Gracia. Soy arrollado por autobús número 17
Barceloneta-Vall d’Hebrón. Debo recuperar la cabeza, que ha salido
rodando de resultas de la colisión. Operación dificultosa por la
afluencia de vehículos.
08.01 Arrollado por un Opel Corsa.
08.02 Arrollado por una furgoneta de reparto.
08.03 Arrollado por un taxi.
08.04 Recupero la cabeza y la lavo en una fuente
pública situada a pocos metros del lugar de la colisión.
Aprovecho la oportunidad para analizar la composición del agua de la
zona: hidrógeno, oxígeno y caca.
08.15 Debido a la alta densidad de entes
individualizados, tal vez resulte algo difícil localizar a Gurb a simple
vista, pero me resisto a establecer contacto sensorial, porque ignoro las
consecuencias que ello podría tener para el equilibrio ecológico
de la zona y, en consecuencia, para sus habitantes.
Los seres humanos son cosas de tamaño
variable. Los más pequeños de entre ellos lo son tanto, que si
otros seres humanos más altos no los llevaran en un cochecito, no tardarían
en ser pisados (y tal vez perderían la cabeza) por los de mayor
estatura. Los más altos raramente sobrepasan los 200 centímetros
de longitud. Un dato sorprendente es que cuando yacen estirados
continúan midiendo exactamente lo mismo. Algunos llevan bigote; otros
barba y bigote. Casi todos tienen dos ojos, que pueden estar situados en la
parte anterior o posterior de la cara, según se les mire. Al andar se
desplazan de atrás a adelante, para lo cual deben contrarrestar el
movimiento de las piernas con un vigoroso braceo. Los más apremiados
refuerzan el braceo por mediación de carteras de piel o plástico
o de unos maletines denominados Samsonite, hechos de un material procedente de
otro planeta. El sistema de desplazamiento de los automóviles (cuatro
ruedas pareadas rellenas de aire fétido) es más racional, y
permite alcanzar mayores velocidades. No debo volar ni andar sobre la coronilla
si no quiero ser tenido por excéntrico. Nota: mantener siempre en
contacto con el suelo un pie – cualquiera de los dos sirve – o el órgano
externo denominado culo.
11.00 Llevo casi tres horas esperando ver pasar a
Gurb. Espera inútil. El flujo de seres humanos en este punto de la
ciudad no decrece. Antes
al contrario. Calculo que las probabilidades de que Gurb pase por aquí
sin que yo lo vea son del orden de setenta y tres contra una. A este
cálculo, sin embargo, hay que añadir dos variables: a) que Gurb
no pase por aquí, b) que Gurb pase por aquí, pero habiendo
modificado su apariencia externa. En este caso, las probabilidades de no ser
visto por mí alcanzarían los nueve trillones contra una.
12.00 La hora del
ángelus. Me recojo unos instantes, confiando en que Gurb no vaya a pasar
precisamente ahora por delante de mí.
13.00 La posición
erecta a que llevo sometido el cuerpo desde hace cinco horas empieza a
resultarme fatigosa. Al entumecimiento muscular se une el esfuerzo continuo que
debo hacer para inspirar y espirar el aire. Una vez que he olvidado hacerlo por
más de cinco minutos, la cara se me ha puesto de color morado y los ojos
me han salido disparados de las órbitas, debiendo ir a recogerlos
nuevamente bajo las ruedas de los coches. A este paso, acabaré por
llamar la atención. Parece ser que los seres humanos inspiran y espiran
el aire de un modo automático, que ellos llaman respirar. Este
automatismo, que repugna a cualquier ser civilizado y que consigno aquí
por razonas puramente científicas, lo aplican los humanos no sólo
a la respiración, sino a muchas funciones corporales, como la
circulación de la sangre, la digestión, el parpadeo – que a
diferencia de las dos funciones antes citadas, puede ser controlado a voluntad,
en cuyo caso se llama guiño –, el crecimiento de las uñas,
etcétera. Hasta tal punto dependen los humanos del funcionamiento
automático de sus órganos (y organismos), que se harían
encima cosas feas si de niños no se les enseñara a subordinar la
naturaleza al decoro.
14.00 He llegado al
límite de mi resistencia física. Descanso apoyando ambas rodillas
en el suelo y doblando la pierna izquierda hacia atrás y la pierna
derecha hacia delante. Al verme en esta postura, una señora me da una
moneda de pesetas veinticinco, que ingiero de inmediato para no parecer
descortés. Temperatura, 20 grados centígrados; humedad relativa,
64 por ciento; vientos flojos de componente sur; estado de la mar, llana.
14.30 La densidad del
tráfico rodado y andado disminuye ligeramente. Todavía sin
noticias de Gurb. Aun a riesgo de alterar el precario equilibrio
ecológico del planeta, decido establecer contacto sensorial.
Aprovechando que no pasa ningún autobús, pongo la mente en blanco
y emito ondas en frecuencia H76420ba1400009, que voy elevando hasta
H76420ba1400010.
Al segundo intento recibo
una señal débil al principio, más clara luego. Descodifico
la señal, que parece provenir de dos puntos distintos, aunque muy
próximos entre sí respecto del eje de la Tierra. Texto de la
señal (descodificado):
¿Desde dónde
nos llama, señora Cargols?
Desde Sant Joan
Despí.
¿Desde dónde
dice?
Desde Sant Joan
Despí. Desde Sant Joan Despí. ¿Qué no me oye?
Parece que tenemos un
pequeño problema de recepción en la emisora, señora
Cargols. ¿Nos oye usted bien?
¿Cómo dice?
Digo que si nos oye bien.
¿Señora Cargols?
Diga, diga. Yo le escucho
muy bien.
¿Me oye,
señora Cargols?
Muy bien. Yo muy bien.
¿Y desde
dónde nos llama, señora Cargols?
Desde Sant Joan
Despí.
Desde Sant Joan
Despí. ¿Y nos oye bien desde Sant Joan Despí,
señora Cargols?
Yo le escucho muy bien. Y
usted, ¿qué me escucha?
Yo muy bien, señora
Cargols. ¿Desde dónde nos llama?
Me temo que va a ser
más difícil de lo que yo suponía localizar a Gurb.
15.00 Decido recorrer
sistemáticamente la ciudad en lugar de permanecer en un sitio fijo. Con
ello disminuyo las probabilidades de no encontrar a Gurb en un trillón,
pese a lo cual, el resultado sigue siendo incierto. Camino siguiendo el plano
heliográfico que he incorporado a mis circuitos internos al salir de la
nave. Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Catalana de
gas.
15.02 Me caigo en una
zanja abierta por la Compañía Hidroeléctrica de
Cataluña.
15.03 Me caigo en una
zanja abierta por la Compañía de Aguas de Barcelona.
15.04 Me caigo en una
zanja abierta por la Compañía Telefónica Nacional.
15.05 Me caigo en una
zanja abierta por la asociación de vecinos de la calle Córcega.
15.06 Decido prescindir
del plano heliográfico ideal y caminar mirando dónde piso.
19.00 Llevo cuatro horas
caminando. No sé dónde estoy y las piernas no me sostienen. La
ciudad es enorme; el gentío, constante; el ruido, mucho. Me
extraña no encontrar los monumentos habituales, como el Cenotafio de la
Beata Madre Pilar, que podrían servirme de referencia. He parado a un
peatón que parecía poseer un nivel de mansedumbre alto y le he
preguntado dónde podría encontrar a una persona extraviada. Me ha
preguntado qué edad tenía esa persona. Al contestarle que seis
mil quinientos trece años, me ha sugerido que la buscara en El Corte
Inglés. Lo peor es tener que respirar este aire inficionado de
partículas suculentas. Es sabido que en algunas zonas urbanas la
densidad del aire es tal, que sus habitantes lo introducen en fundas y lo
exportan bajo la denominación de morcillas. Tengo los ojos irritados, la
nariz obstruida, la boca seca. ¡Cuánto mejor se está en
Sardanyola!
20.30 Con la puesta del
sol las condiciones atmosféricas habrían mejorado bastante si a
los seres humanos no se les hubiera ocurrido encender las farolas. Parece que
ellos las necesitan para poder seguir en la calle, porque los seres humanos, no
obstante ser la mayoría de fisonomía ruda y hasta abiertamente
fea, no pueden vivir sin verse los unos a los otros. También los coches
han encendido sus faros y se agraden con ellos. Temperatura, 17 grados
centígrados; humedad relativa, 62 por ciento; vientos flojos del
sudoeste; estado de la mar, rizada.
21.30 Basta. No puedo dar
un paso más. Mi deterioro físico es considerable. Se me ha
caído un brazo, una pierna y las dos orejas y la lengua me cuelgan tanto
que he tenido que atarla al cinturón, porque ya me llevo comidas cuatro
plastas de perro y un número indeterminado de colillas. En estas
condiciones, es mejor aplazar hasta mañana las pesquisas. Me escondo
debajo de un camión aparcado, me desintegro y me naturalizo en la nave.
21.45 Recargo
energético.
21.50 Me pongo el pijama.
La ausencia de Gurb pesa en mi ánimo. Después de pasar juntos
todas las veladas desde hace ochocientos años, no sé cómo
matar las horas que preceden al sueño. Podría ver la televisión
local o leer una entrega de las aventuras de Lolita Galaxia, pero no tengo
ganas. No me explico la ausencia de Gurb, y menos aún su silencio. Nunca
he sido un jefe intransigente. Siempre he dejado a la tripulación, es
decir, a Gurb, plena libertad para entrar y salir a su antojo (en horas de
permiso), pero si no va a venir o sabe que va a llegar tarde, lo menos que
podía hacer, por consideración, era avisar.
(continuará)
DÍA
11
08.00 Todavía sin noticias de Gurb. Intento de
nuevo establecer contacto sensorial. Percibo la voz colérica de un
individuo que en nombre de los ciudadanos de a pie, cuya
representación ostenta, exigen plena responsabilidad a un tal Guerra.
Renuncio al contacto sensorial.
08.30 Abandono la nave y convertido en somormujo echo
un vistazo a la región desde el aire.
09.30 Doy por concluida la operación y regreso
a la nave. Si las ciudades son tortuosas e irracionales en su
concepción, del campo que las rodea es mejor no hablar. Ahí nada
es regular ni llano, sino al contrario, como hecho adrede para obstaculizar su
uso. El trazado de la costa, a vista de pájaro, se diría la obra
de un demente.
09.45 Después de un examen detenido del plano
de la ciudad (versión cartográfica de doble eje elíptico),
decido proseguir la búsqueda de Gurb en una zona periférica de la
misma habitada por una variante humana denominada pobres. Como el
Catálogo Astral les atribuye un índice de mansedumbre algo
inferior al de la variante denominada ricos y muy inferior al de la
variante denominada clase media, opto por la apariencia del ente
individualizado denominado Gary Cooper.
10.00 Me naturalizo en una calle aparentemente
desierta del barrio de Sant Cosme. Dudo que Gurb haya venido a instalarse
aquí por propia voluntad, aunque nunca ha brillado por sus luces.
10.01 Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me
quitan la cartera.
10.02 Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me
quitan las pistolas y la estrella de sheriff.
10.03 Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me
quitan el chaleco, la camisa y los pantalones.
10.04 Un grupo de mozalbetes provistos de navajas me
quitan las botas y las espuelas.
10.10 Un coche-patrulla de la policía nacional
se detiene a mi lado. Desciende un miembro de la policía nacional, me
informa de los derechos constitucionales que me asisten, me pone las esposas y
me mete en el coche-patrulla de un capón. Temperatura, 21 grados
centígrados; humedad relativa, 75 por ciento; viento racheado de
componente sur; estado de la mar, marejadilla.
10.30 Ingreso en el calabozo de una comisaría.
En el mismo calabozo hay un individuo de porte astroso al que me presento y
pongo al corriente de las vicisitudes que han dado conmigo en aquel lugar
inicuo.
10.45 Disipada la desconfianza inicial que los seres
humanos sienten por todos sus congéneres sin excepción, el
individuo con quien la suerte me ha unido decide entablar diálogo
conmigo. Me entrega su tarjeta de visita que dice así:
JETULIO
PENCAS
Agente
mendicante
Se
echa el tarot, se toca el violín, se da pena
Servicio
callejero y a domicilio
10.50 Mi nuevo amigo me cuenta que lo han trincado
por error, porque él en su vida ha abierto un coche para llevarse nada,
que pidiendo se gana la vida muy bien y muy honradamente, y que los polvos que
la policía le decomisó no son lo que dicen ellos que son, sino
las cenizas de su difunto padre, que Dios tenga en su gloria, que precisamente
ese día se proponía aventar sobre la ciudad desde el Mirador del
Alcalde. A continuación añade que todo lo que acaba de contarme,
sobre ser mentira, no le servirá de nada, porque la justicia en este
país está podrida, por lo cual, sin pruebas ni testigos,
sólo por la pinta que tenemos los dos, a buen seguro nos mandan al talego,
de donde saldremos ambos con sida y con pulgas. Le digo que no entiendo nada y
me responde que no hay nada que entender, me llama macho y añade que la
vida es así y que la madre de un cordero es que la riqueza en
este país está muy mal repartida. A modo de ejemplo cita el caso
de un individuo, cuyo nombre no retengo, que se ha hecho un chalet con
veintidós retretes, y agrega que ojalá le sobrevengan cagarrinas
a dicho sujeto y los encuentre todos ocupados. A continuación se sube
encima de un catre y proclama que cuando vengan los suyos (¿sus
retretes?) obligará al citado individuo a hacer sus deposiciones en el
gallinero y repartirá los veintidós retretes entre otras tantas
familias acogidas al subsidio de paro. De este modo, sigue diciendo,
tendrán con qué entretenerse hasta que les den un puesto de
trabajo, como prometieron hacer. A continuación se cae del catre y se
abre la cabeza.
11.30 Un miembro de la policía nacional
distinto del miembro antes citado abre la puerta del calabozo y nos ordena
seguirle con el objeto aparente de comparecer ante el señor comisario.
Amedrentado por las admoniciones de mi nuevo amigo, decido adoptar una
apariencia más respetable y me transformo en don José Ortega y
Gasset. Por solidaridad transformo a mi nuevo amigo en don Miguel de Unamuno.
11.35 Comparecemos ante el señor comisario, el
cual nos examina de arriba abajo, se rasca la cabeza, declara no querer
complicarse la vida y ordena que nos pongan en la calle.
11.40 Mi nuevo amigo y yo nos despedimos a la puerta
de la comisaría. Antes de separarnos, mi nuevo amigo me ruega le
devuelva su apariencia original, porque con esta pinta no le va a dar limosna
ni Dios, aunque se ponga unas pústulas adhesivas que le dan un aspecto
realmente estomagante. Hago lo que me pide y se va.
11.45 Yo reanudo mis pesquisas.
14.30 Todavía sin noticias de Gurb. A
imitación de las personas que me rodean, decido comer. Como todos los
establecimientos están cerrados, menos unos que se denominan restaurantes,
deduzco que es ahí donde se sirven comidas. Olisqueo las basuras que
rodean la entrada de varios restaurantes hasta dar con una que despierta
mi apetito.
14.45 Entro en el restaurante y un caballero
vestido de negro me pregunta con displicencia si por ventura tengo hecha
reserva. Le respondo que no, pero que me estoy haciendo un chalet con
veintidós retretes. Soy conducido en volandas a una mesa engalanada con
un ramo de flores, que ingiero para no parecer descortés. Me dan la
carta (sin codificar), la leo y pido jamón, melón con
jamón y melón. Me preguntan qué voy a beber. Para no
llamar la atención, pido el líquido más común entre
los seres humanos: orines.
16.15 Me tomo un café. La casa me obsequia con
una copa de licor de pera. A continuación me traen la cuenta, que
asciende a pesetas seis mil ochocientas treinta y cuatro. No tengo un duro.
16.35 Me fumo un Montecristo del número dos
(2) mientras pienso cómo salir de este aprieto. Podría
desintegrarme, pero rechazo la idea porque a) eso podría llamar
la atención de camareros y comensales y b) no sería justo
que sufriese la consecuencias de mi imprevisión una gente tan amable,
que me ha invitado a una copa de licor de pera.
16.40 Pretextando haber olvidado algo en el coche,
salgo a la calle, entro en un estanco y adquiero boletos y cupones de los
múltiples sistemas de lotería que allí se expenden.
16.45 Manipulando las cifras por medio de
fórmulas elementales, obtengo la suma de pesetas ciento veintidós
millones. Regreso al restaurante, abono la cuenta y dejo cien millones
de propina.
16.55 Reanudo la búsqueda de Gurb por el
único método que conozco: patearme las calles.
20.00 De tanto caminar, los zapatos echan humo. De
uno de ellos se ha desprendido el tacón, lo que imprime a mi paso un
contoneo tan ridículo como fatigoso. Los arrojo de mí, entro en
una tienda y con el dinero que me ha sobrado del restaurante me compro
un nuevo par de zapatos menos cómodos que los anteriores, pero hechos de
un material muy resistente. Provisto de esos nuevos zapatos, denominados
esquís, inicio el recorrido del barrio de Pedralbes.
21.00 Concluyo el recorrido del barrio de Pedralbes
sin haber encontrado a Gurb, pero muy gratamente impresionado por lo elegante
de sus casas, lo recoleto de sus calles, lo lozano de su césped y lo
lleno de sus piscinas. No sé por qué algunas personas prefieren
habitar en barrios como San Cosme, de triste recuerdo, pudiendo hacerlo en
barrios como Pedralbes. Es posible que no se trate tanto de una cuestión
de preferencias como de dinero.
Según parece, los seres humanos
se dividen, entre otras categorías, en ricos y pobres. Es ésta
una división a la que ellos conceden gran importancia, sin que se sepa
por qué. La diferencia fundamental entre los ricos y los pobres parece
ser ésta: que los ricos, allí donde van, no pagan, por más
que adquieran o consuman lo que se les antoje. Los pobres, en cambio, pagan
hasta por sudar. La exención de que gozan los ricos puede venirles de
antiguo o haber sido obtenida recientemente, o ser transitoria; en resumidas
cuentas, lo mismo da. Desde el punto de vista estadístico, parece
demostrado que los ricos viven más y mejor que los pobres, que son
más altos, más sanos y más guapos, que se divierten
más, viajan a lugares más exóticos, reciben mejor
educación, trabajan menos, se rodean de mayores comodidades, tienen más
ropa, sobre todo de entretiempo, son mejor atendidos en la enfermedad, son
enterrados con más boato y son recordados por más tiempo.
También tienen más probabilidades de salir retratados en
periódicos, revistas y almanaques.
21.30 Decido regresar a la nave. Me desintegro ante
la puerta del Monasterio de Pedralbes, con gran sorpresa de la reverenda madre
que en aquel preciso momento salía a sacar la basura.
22.00 Recarga de energía. Me dispongo a pasar
otra velada en solitario. Leo una entrega de Lolita Galaxia, pero esta lectura,
tantas veces hecha en compañía de Gurb, a quien siempre
debía explicar los pasajes más picantes, porque a
bobalicón no había quien le ganara, en lugar de distraerme, me
entristece.
22.30 Harto de dar vueltas por la nave, decido
retirarme. Hoy ha sido un día cansado. Me pongo el pijama, rezo mis
oraciones y me acuesto.